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Cassandra, Carrero Blanco y Utrera Molina

A Carrero Blanco lo asesinó ETA en 1973. Iba el hombre en un Dodge Dart por la calle, tranquilamente, cuando la calle saltó por los aires y el coche ascendió varios metros hasta acabar en una azotea. Hace de eso más de 43 años. La pasada semana, a Cassandra, que así se hace llamar una tiutera de 21, la Fiscalía de la Audiencia Nacional le pidió una condena de dos años y medio de cárcel, tres de libertad vigilada y ocho y medio de inhabilitación absoluta, por publicar varios chistes sobre Carrero Blanco. Eso nos coloca justamente dos escalones por debajo de los yihadistas que entraron en la redacción de Charlie Hebdo a tiro limpio porque no le parecían divertidos los chistes que publicaban sobre Mahoma. Reírnos de Carrero Blanco es un derecho que hemos tenido los españoles desde el principio. A las pocas semanas del asesinato, cantábamos los niños y las niñas una canción: «Nació en la tierra, vivió en el mar; subió al cielo en un Dodge Dart». Yo tenía por aquel entonces siete años. Aún vivía Franco y ya gozábamos del derecho a hacer chistes sobre Carrero Blanco. Aquel derecho dejó casi de ejercerse porque nos olvidamos de Carrero Blanco.

A Cassandra, estudiante de Historia, más que condenarla había que darle un premio o ponerle una estatua. Que una persona de su edad sepa quien fue Carrero Blanco es esperanzador. Lo normal a su edad es que se junten tres, cojan a otra, le peguen una paliza y suban las imágenes a Facebook, no interesarse por Carrero Blanco. No sé si alguien reparó en un detalle. Uno de los chistes más publicitados de Cassandra dice así: «Kissinger le regaló a Carrero Blanco un trozo de la luna, ETA le pagó el viaje a ella». No entro a valorar la calidad del chiste, pero lo cierto es que, en efecto, un día antes del atentado, Kissinger le regaló a Carrero Blanco una piedra lunar procedente de una misión espacial. O sea que Cassandra sabe mucho más sobre Carrero Blanco que casi todos los que la acusan de enaltecer el terrorismo.

Que una chica de 21 años no pueda hacer chistes sobre un dictador asesinado casi un cuarto de siglo antes de que ella naciera es una aberración. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar? Que nos den calendarios y temas. ¿Podemos publicar ya chistes sobre el atentado de Mateo Morral contra Alfonso XII y Victoria Eugenia de Battenberg?

La libertad de expresión tiene límites, según sostienen los acusadores de Cassandra. Y tienen razón: la libertad de expresión de Cassandra tiene límites. Sin embargo, la libertad de expresión de Utrera Molina, por ejemplo, no tiene límites. Utrera Molina, amigo y compañero de Carrero Blanco, otro de los grandes baluartes franquistas, puede enaltecer a la dictadura y publicar artículos en la web de la Fundación Francisco Franco. Puede pedir abiertamente la rebelión ante leyes que no le gustan. Y puede hacerlo muy en serio. Graciosamente, las mismas leyes que limitan la libertad de expresión de Cassandra, protegen la de Utrera Molina. Y a Utrera Molina lo protegen mucho más allá del ejercicio de su libertad de expresión. Lo protegen también de la justicia argentina que ha pedido su extradición por colaborar en las ejecuciones de Puig Antich y Georg Michael Welzel. La propia existencia de una fundación dedicada a enaltecer a la dictadura y glorificar a Franco es un insulto a la democracia, pero las leyes lo permiten, y permiten que reciba fondos públicos, los mismos fondos que se utilizarán para procesar a Cassandra por contar unos chistes a sus seguidores en Twitter.

Espero que Cassandra no se convierta en una mujer temerosa. Que siga haciendo chistes sobre lo que le parezca y que nadie la condene por eso. Lo último que le faltaba a esta sociedad sería callar a Cassandra mientras anima a Utrera Molina a rebuznar cada día con más brío. A fin de cuentas, Cassandra cuenta chistes sobre Carrero Blanco, no va por ahí encarcelando a homosexuales o a rojos ni firmando sentencias de muerte, como hacían Carrero Blanco y Utrera Molina y seguirían haciendo si pudiesen. Quizá la manera de hacer callar a Utrera Molina es esperar a que diga lo mismo que dice siempre, pero en broma y en una cuenta de Twitter. Que desprecie y humille, como hace, a quienes tienen los cadáveres de sus padres enterrados en una cuneta, pero que lo haga en plan coña. A ver si así se lo toma alguien en serio. Igual a Utrera Molina le da un día por hacer un chiste sobre el asesinato de Puig Antich, del que fue cómplice, y entonces la justicia deja de perseguir a Cassandra y lo manda a Argentina a que responda por sus crímenes.

Mientras tanto, nuestro problema es Cassandra. La gente como Cassandra es la que pone en riesgo nuestra democracia, nuestros derechos y nuestras libertades. Utrera Molina sólo es un pobre anciano venerable que se reunirá más pronto que tarde con Carrero Blanco y que tiene todo el derecho del mundo a decir lo que le dé la gana, no como Cassandra.

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