Opinión

Como yo te amo

CUANDO VAS al ZARA a comprar un vestido y nada de lo que tienen es de tu agrado o talla, sales discretamente por la puerta sin insultar a las dependientas, amenazar con prender fuego a la tienda, y pedir un careo con Amancio Ortega. Si vas a la carnicería donde siempre compras Ternera Gallega y sólo les queda pechuga de pollo de granja no saltas -no deberías- por encima del mostrador para degollar al carnicero allí mismo por no encontrarte lo que esperabas encontrar.

Hay varias cosas estúpidas y a la vez fascinantes en el universo del opinador. Cosas que no ocurren en ninguna otra profesión y que enraízan con el perfil público y sodomita de los que escribimos. Mucha gente odia lo que escribimos en particular, y a nosotros mismos como seres humanos en general y, sin embargo, no pueden dejar de leernos. Nos necesitan. Y nosotros a ellos.

Una sabe que ha tocado definitivamente techo profesional cuando tiene uno o varios haters. Los haters, odiadores o trolls, son seres aparentemente malvados que parasitan las páginas webs y blogs de opinión, el youtube y en general, cualquier medio donde se pueda comentar o spamear contenido ajeno, con la pretensión de descargar su ira, frustración personal y problemas psiquiátricos o sexuales, contra una persona pública que lo ignora ruinmente. Sufren del Síndrome de Estocolmo y a más contenido molesto con su supuesta opinión, más y más obcecamiento con el autor del mismo. La línea del amor a la obsesión la traspasan en el momento en que ya les da lo mismo que opines sobre el machismo, el divorcio de Brad Pitt y Angelina, o el precio del pulpo en la lonja de Bueu. Su pasión hacia ti es superior a su propia voluntad, y su trabajoso comentario aparecerá puntualmente bajo tu artículo remunerado. Y es precisamente en esa reincidencia donde antes, cegada por mi hembrismo y feminazismo veía intolerancia, ignorancia supina y un puntituto de psicopatía, donde ahora sólo veo AMOR.

El responsable de este cambio personal se hace llamar Sousa-Pouza y comenta todos mis artículos en este periódico. Como los buenos admiradores, actúa anónimamente, inventándose uno o varios pseudónimos con los que poder agasajarme con sus palabras día y noche. Tal perrillo, me sigue a todas partes, me mea en la puerta y me guarda fidelidad absoluta. Yo todavía no sé si Sousa-Pouza es un señor, una señora o un armario empotrado, pero su amor hacia mí me hace superar cualquier reparo que yo pudiera tener al respecto de sus genitales que, debido a mi educación salvaje y desacomplejada, pocos tengo.

Descubrí a Sousa-Pouza hace poco, porque varias personas me dijeron que tenía a un tipo obsesionado conmigo en la web del Diario. Entonces, hice un repaso a los comentarios de mis artículos y allí debajo, entre publicidad e información corporativa, aparecía él siempre, jurándome lealtad. Incluso en uno de los comentarios se mostraba expectante por saber cuándo me habían quitado la flor, pero eso es algo que me guardaré para nuestra primera cita.

No debería decirlo, pero mi novio está celoso desde que sé de ti. Como tú sabes, Sousa, yo creo que los celos son fruto del patriarcado criminal y el yugo asesino bajo el que vivimos instalados, pero es tal mi sonrisa por tu atención y reclamo que puedo entender que se sienta desplazado. Ayer, mientras le exigía que fregase los platos, pasase la aspiradora de rodillas, tendiese la ropa y me comiese el coño mientras me daba un masaje en la espalda, le volví a recordar que corre el riesgo de que me enamore de ti. Entonces fregó más y más el suelo, y fue tal el ímpetu que las rodillas empezaron a sangrarle mientras me prometía obedecerme siempre.

Él es buen chaval, Sousa, pero ahora mis pensamientos sucios están contigo. Pienso en tu erección o en tus braguitas humedecidas al ver que yo te menciono. Pienso en tu sonrisa. Pienso en cómo aporrearás el ordenador para contestarme.

Sal de tu anonimato, podemos ser felices. Tu amor me cambiará. Estoy dispuesta a redimir mis pecados, a volverme virgen con una sencilla operación estética, para que esta vez sí, seas tú quien se lleve mi linda flor. Me depilaré el perineo para no incomodarte con mi vello masculino. Podemos formar una familia. Podemos tener hijos. Podemos llevarlos a un cole que segregue por sexos y criarlos bajo la fe católica y apostólica tal como mi bautismo exige.

Y sobre todo, ya nunca más te creas lo que escribo para caer bien a los progres. Ya lo dijo el apóstol Mateo, "amad a vuestros enemigos y bendecid a lo que os maldicen". Amadlos, como yo te amo a ti. Y tú a mí.

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