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Gloria bendita

Un domingo, marzo del 81, transité insomne del pasotismo desgreñado a la milicia rapada. Hacía el amor a lo bestia en las casetas de Portocelo, de madrugada, y a las nueve era recluta. Un shock. Pasaran cinco días desde el 23-F. Los milicos, cabreadísimos. Gloria, la mujer de Rivas los vio venir. Rivas está en la pasarela, de modo que el eslogan podría ser Ya es primavera en Rivas Fontán. Queríamos conocernos y lo hicimos. Con Gloria, su mujer. A Gloria los años le dejaron una madurez atractiva. Hoy día duramos la hermosura hasta los cuarenta, olvidando que la belleza comienza ahí. Veo a Gloria y pienso en esas payasas acéfalas y siliconadas que se ponen ciegas de botox para regodearse en la derrota del tiempo. Lerdas lerdísimas, terminan pareciéndose al Joker de Batman y envejeciendo malamente. Prescindo del protocolo. Le digo a Gloria que en el 82, homenaje a la bandera que presidían ella y Rivas, era yo tropa en Montero Ríos. Disparamos después de la oración a los caídos. Tenía 19 tacos y mis hormonas situaron un ojo en la mira del Cetme y el otro en Gloria, que lucía espléndida, acaso una pamela sobre su cabeza. Al romper filas comentábamos nuestra profesionalidad desfilando: “¡Cómo está la mujer del alcalde!”. Rivas dice que le piropearon mucho a su mujer y a él no le disgustaba. Gloria le dice, dulce y cariñosamente “Papá, ese es un comentario machista”. Ese papá en labios de Gloria suena tan aterciopelado que lo prefiero a la voz de Emma Shapplin. Rivas y Gloria, a veces, se llaman papá y mamá. Y se entienden tan bien, tiene uno la sensación de que se aman tanto -cuánto une la adversidad- que Rivas asiente disciplinado a la reconvención. De Rivas está escrito todo. Si no, él, documentalista de su vida, tiene su deambular recortado y archivado. Ahora hay que hablar de Gloria. Como Napoleón, Rivas abrió tantos frentes que atenderlos casi necesitaba de la Wehrmacht. Gloria sostuvo a Rivas en las duras. Cuando lo de la Pesadilla en la cocina, por ejemplo. La pregunta es quién sostuvo a Gloria. Dijo una vez un mierda descerebrado que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Lo malo no es la frase ni el asqueroso machismo que rezuma, sino que fue pronunciada -y coreada- públicamente. Lo fetén es el hombre como segundón eterno de Eva. Somos el sexo débil porque, todos los varones del mundo juntos, seríamos incapaces de reunir valor para abrir nuestras entrañas y dar ala humanidad el tesoro de una vida. La grandeza de la maternidad justifícala feminocracia, una dictablanda de mujeres exhibiendo su sentido común. Todo iría mucho mejor. Nosotros emitiendo opiniones y ellas decidiendo. Yo, profundamente heterosexual, me quiero fémina en mi segunda vida. Parir y morir se me antojan las más alucinantes aventuras del ser humano. Gloria, un fuste de mujer, fue aliento y apoyo de Rivas. Así lo reconoce él. Cuando la mira intuyo su agradecimiento a la compañera. Sin ella, acaso se habría desmoronado. A Gloria se le nota profesional de la docencia en esas maternales reconvenciones a Pepe. Compatible y pluriempleada, aglutinante de la familia. Dije que si Rivas fue un lobishome sin piel de cordero, Gloria fue la loba guardadora de la camada, el alimento y el aliento, moral y afectivo de su prole. Se levantaba de sus cenizas -y levantaba al resto- sabedora de que la vida derrota al disforzado, al claudicante frente a la adversidad. Rivas hizo muchas cosas importantes. Pontevedra le debe un homenaje. Ocurre que a Rivas es como si se le conociese de toda la vida. Rivas es de andar por casa. Pero me sorprendió Gloria. Sicóloga, confidente, madre. Rivas iba en Vespa a Sanxenxo a requebrarla a una casa de la Plaza de Pascual Neira. A mediados de los sesenta un adolescente viene a Pontevedra a estudiar cuarto de Bachiller. Pepe y Gloria lo acogen en su casa de Cobián Rofignac. Ese adolescente, criado sin padre, todavía recuerda, emocionado, el calor que Rivas y Gloria le dispensaron un año entero en su hogar, tratándolo como a un hijo más. Y cómo él hacía una nana de una canción de Janette para que la hija de Pepe y Gloria se durmiese, "cállate Goyi no llores más". Luego vinieron los problemas judiciales y ahí discrepo yo de Rivas. Creo que él, poco entrenado, convirtió en obsesión la intensidad judicial. Gloria es tan protagonista de la vida de Rivas como él. Mujer enorme. Cenó una semana antes con el golpista Torres Rojas y le dijo a Rivas "¿no viste a los militares muy contentos?", y Rivas psché. Gloria, sabia presciencia femenina, intuyó el golpe. Mientras, los servicios secretos iban a las minchas.

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