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Las vacas de la vergüenza

La muerte por desnutrición de cuarenta reses es la triste metáfora del desamparo del lácteo

HASTA AQUÍ hemos llegado. Probablemente habrán pensado lo mismo que el propietario de la explotación, aunque por razones bien distintas, todos aquellos que sienten vergüenza y triste asombro ante las imágenes de la granja de Chantada, con esas cuarenta vacas en estado de descomposición y otras veinte desnutridas. Hasta aquí hemos llegado, debió musitar también el dueño de la explotación, cuando hace dos meses optó por no reponer el forraje en los silos, y mucho menos dejar hierba seca al alcance de las casi setenta reses censadas en dicha granja. Podremos buscar mil razones para explicar la fatal decisión, y ojalá la investigación del Seprona logre esclarecerlo, pero sin duda en el abandono habrán pesado los miles de euros que se han quedado por el camino.

Galicia dejó de ser hace mucho el país del millón de vacas que describió Manuel Rivas allá por los noventa. Y el recurrente sostén del campo gallego, y de miles de familias, tampoco tiene nada que ver ya con aquel animal totémico que tan bien dibujó el escritor coruñés. Galicia cuenta con una media de 31 vacas por explotación, por debajo de la media española. Por tanto, en el caso de la granja de Chantada, hablamos de una más que digna dimensión. Por número de cabezas de ganado, eran prácticamente dos explotaciones en una.

Por lamentable que resulte, este caso, puntual y ojalá que único, representa estos días la mejor y más triste metáfora del desamparo del campo gallego. Todos lo intentan, pero nadie logra dar asistencia al sector con un ápice de acierto y mucho menos algo de eficacia. Hasta aquí ha llegado también el campo gallego, y gran parte de la cadena que lo integra, con  muy desigual reparto de quebrantos. A la vista de los acontecimientos, cabría preguntarse quién cree ya en el sector lácteo.

En algunos casos, por no haber, ni siquiera encontramos buenas palabras. Porque, por ejemplo, la titular de Agricultura, Isabel García Tejerina, ha ejercido esta misma semana de ministra en funciones y ha dado plantón al Congreso. Es el quinto miembro del Gobierno que opta por el silencio ante la correspondiente comisión parlamentaria convocada al efecto, en este caso para abordar, entre otros enjundiosos asuntos, la crisis láctea que nos ocupa. García Tejerina fue nombrada ministra en abril de 2014, y da la sensación de que el suyo ha sido un reinado, además de breve, de mera transición, intentado apagar fuegos con buenas palabras. Esta semana, ni eso.

En una inquietante recámara siguen algunos de los proyectos anunciados para intentar poner orden en la selva del sector lácteo. Lo reconoce incluso Ángeles Vázquez, la nueva conselleira de Medio Rural, mirando nada disimuladamente a Madrid, y admitiendo de forma implícita el poco margen que tiene la Administración gallega en todo esto. Es casi una espectadora.

Vázquez, que aunque conoce el sector no lleva seis meses al frente de la consellería, sigue a la espera, como todos, de ese anunciado decreto de cesiones de precios, por el que se dotará de transparencia a la cadena, y permitirá conocer las compraventas en la industria. En el limbo permanece también otro borrador de decreto, clave para estructurar el sector en Galicia, y es el que regulará los primeros compradores. El ministerio, en esto, sigue a rebufo del peculiar ritmo que se instauró en la Administración central tras las elecciones del pasado mes de diciembre. El BOE, desde hace unas semanas, se consulta en cuestión de minutos.

A la conselleira le reconforta que el precio medio del litro de leche en Galicia esté estabilizado desde hace unos seis meses en 28,5 céntimos el litro. Otra cosa bien distinta es lo que pueda pensar de todo esto un ganadero, produciendo por debajo de costes, o un industrial, con márgenes que tienden a cero.

Mirar a Europa solo genera incertidumbres cuando acabamos de cumplir un año sin cuotas lácteas. Mientras el Ministerio de Agricultura se abona a informes trimestrales sobre el grado de cumplimiento del acuerdo lácteo de septiembre que más parecen servir para defender el papel que desempeñó la administración y lo mucho que cumple consigo misma, la Comisión Europea acaba de aprobar formalmente la autorización para que se puedan firmar acuerdos temporales y voluntarios para reducir la producción. El permiso para alcanzar esos pactos entre organizaciones interprofesionales, cooperativas y productores se extenderá durante seis meses, prácticamente hasta final del verano. Todo son incógnitas en este viaje al pasado que propone la Unión Europea. En Chantada hay alguien que ha dicho que hasta aquí hemos llegado.

Gadisa entra en el club de los tres millones

POCAS, muy pocas empresas de capital íntegramente gallego logran entrar en el club de los mil millones de ventas anuales, un selecto grupo al que se incorpora ahora Gadisa, la compañía de distribución del Grupo Tojeiro. En lo alto ese ránking, por antonomasia, está situada Inditex y todo su universo, y durante los años de las crisis, las particulares y la general, otras compañías se quedaron atrás, como puede ser Pescanova. La convulsión del grupo pesquero afectó relativamente poco a su actividad, y hoy en Gadisa entra en el club de los mil millones día s encuentra prácticamente al borde de firmar su reingreso en esa nómina clave para la débil economía gallega.

Desde Betanzos, y en segunda generación, Gadisa firmó unas ventas de 1.037 millones en 2015, con un avance del 4,2%, volumen al que sumó 201 nuevas contrataciones y unas inversiones de algo más de 12 millones de euros. La compañía que preside Roberto Tojeiro lograr consolidarse en un podio que también ocupan Coren, desde Ourense, y Megasa, desde Narón, a mucha distancia de otras como San José y Jealsa.

Pero Gadisa, mejor dicho, el grupo al que pertenece, ya había logrado rebasar los 1.000 millones en ventas hace años años. Una profunda reorganización de su estructura llevó a la consolidación de sus más de veinte participadas, con tres ramas: distribución, inmobiliaria e industrial. Ahora, en el Grupo Tojeiro se encuentran filiales al uso como Claudio, intereses en el sector eólico como Andavia, madereras como Intasa o Unemsa e incluso la participación en Reganosa, la planta de Mugardos. Solo la división industrial aporta ventas superiores a los 155 millones. Hay Tojeiro para rato.

Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso del sábado 23 de abril de 2016

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