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El cajón de Tereca

HAY GENTE a la que se alude eternamente, como si fuese una sombra, una especie de fantasma que se aparece en las pesadillas. A Teresa Casal , a Tereca, la imagino así en los sueños de Antón Louro y, quizás, en los de todo el socialismo pontevedrés. Una especie de Cid Campeador que gana batallas después de muerta (con perdón) y que cabalga blandiendo en las manos sus seis concejales, los de 2007, y gritando: "Yo os maldigo".

Pero eso, claro, es una cosa mía, porque estoy seguro de que Tereca no presumiría de concejales, o al menos no demasiado. Lo que haría sería recitar machaconamente una pregunta: ¿qué hay de lo mío? Qué hay, por ejemplo, del Museo da Historia de Valentín García Escudero, o qué hay de las medianeras de A Peregrina, el proyecto para tapar esos edificios/adefesios que parece haberse quedado fuera del empeño de poner bonita la ciudad. Cinco años después de su salida del Concello de Pontevedra , una salida hecha directamente desde su despacho hasta la calle pasando por la ventana, no hay mucho de qué presumir en cuanto a los planes que estaban sobre la mesa de Casal. Se enterraron en el fondo de un cajón y no se sabe si el BNG tiró la llave y el PSOE se olvidó de buscarla o viceversa. Pueden llamarlo amnesia, pueden llamarlo borrón y cuenta nueva o pueden llamarlo crisis económica. Ahora, en realidad, ya no importa.

Tampoco nos engañemos. A Casal la defenestraron, pero ella ayudó en ocasiones a quitarle el pestillo a la ventana. Rebelde, inconformista, alérgica a la vida orgánica del partido, su forma de ser no cuajaba bien con la política de debate interno y discusión hasta la noche. Por eso, en el fondo, le ha acabado pasando como a Rivas Fontán: que ninguno de los dos tiene quien lo reivindique, solo los vecinos que los paran por la calle y les ponen una medalla en forma de memoria: les dicen que cuándo vuelven, que qué mal está todo desde que se han ido, que aquéllos, los suyos, sí que eran tiempos.

Lo que ha quedado en el fondo de ese cajón, como quien dice, son sus ocho años de paso por el Ayuntamiento, su capacidad para haber conseguido algo asombroso y casi inédito en los gobiernos de coalición: que el pez chico le comiese espacio al pez grande navegando con soltura en ese difícil ejercicio de equilibrismo que constituye el hecho de ser leal a tu socio y, al mismo tiempo, hacerte visible.

Cuentan sus colaboradores que las broncas con Lores las tenía en privado y que para el público solían dejar las sonrisas y los abrazos. A veces, eso sí, el guion se torcía, con unos desencuentros suaves debido a unos mosquerones, a un botellódromo o a chorradas así. Luego todo se olvidaba, hasta cuando el alcalde se pasaba tres pueblos y, en plena campaña de 2003, llamaba a Tereca y a Terepe agapurnis. Porque, para desgracia de los periodistas, eran pocas las veces en las que nuestro presidente y su primera dama, con perdón, hacían el Pimpinela, el vete, olvida mi nombre y pega la vuelta. Fuegos de artificio comparado con lo que vino después.

Supongo que todo eso a Tereca ya le da un poquito igual. La semana pasada escribió en su Facebook, su altavoz ocasional para hablarle al mundo, que ha recibido el alta hospitalaria después de haber superado un cáncer de mama. Háblenle de las navajadas de partido a alguien que se ha metido en un quirófano para que le extirpen un tumor. Igual le da la risa. Si a eso le añaden un nieto que le arranca el amor de abuela a dentelladas, ya tienen resuelta la ecuación.

Aún así, de vez en cuando pega unos mandobles que dejan tiritando al que se le pone por delante, ya sea un jefe del Partido Socialista, el ‘machito’ de turno, como ella dice, o el mismísmo Sinaí Giménez . ¿Se acuerdan de la foto que se hizo con la candidata de Compromiso por Galicia en la campaña de las municipales de 2015? A Pilar Dopazo la puso en el mapa con aquel café de la plaza de San Xosé cuando dijo que era la candidata con la que más se identificaba: "Lémbrame a min", afirmó, y yo, que soy dado a montarme películas, pensé que lo que veía Casal ahí eran las ganas de pelear contra el mundo aún a sabiendas de que vas a perder, como le pasó a Dopazo en esas elecciones.

Poco antes de esos comicios, Casal había hecho de pitonisa y, de paso, había dejado una especie de plegaria: "En Pontevedra, si Dios no lo remedia, vamos a seguir teniendo Lores para rato, que me cae muy bien, pero yo creo que aquí también hace falta una ‘revolusionsita’".

De la ‘revolusionsita’ que no llegó, sino todo lo contrario, de Lores, de Pontevedra y de la vida hablará Casal el martes en Conversas na Uvi con un servidor. Resulta curiosa la cita, porque con Tereca tuve en el pasado dos encontronazos dignos de reseña: un intercambio de cartas al director debido a una perspectiva diferente sobre unas declaraciones suyas acerca de la fusión de las cajas (cuando en este país aún había cajas, el Pleistoceno), y otro episodio, que, maldita sea, aún me revuelve las tripas porque constituye mi mayor cagada desde que entré por la puerta de Diario de Pontevedra hace quince años. Verán: en un debate a tres bandas con Lores y Telmo Martín celebrado en 2007 en las instalaciones del periódico Casal declaró que el traslado de Elnosa se podía hacer dentro del propio municipio de Pontevedra. Yo asistí a aquel debate y comuniqué al director que Casal tenía una ubicación para la empresa. No era cierto, entendí mal, no había ningún lugar concreto ya elegido para Elnosa, pero aquel titular acabó en la portada, hecha antes que la crónica del debate, y la merecida bronca del día siguiente (por el oído izquierdo el director y por el oído derecho Teresa Casal) fue antológica. Yo, al menos, no la he olvidado.

Perdonado aquello (creo), a principios de esta semana Tereca y yo nos tomamos un café en el San Francisco. Empezó a recordar tal cantidad de flashes del pasado que pensé que se nos derrochaba la charla de Conversas na Uvi allí mismo, en A Ferrería , sin público ni nada. Nos reímos un poco y, al final, dijo convencida: "Aún podemos contar unas cuantas historias". De eso se trata: de historias. Ya retirada, el martes demostrará que la frase no es una promesa electoral incumplida. A las ocho. En la Casa das Campás. Vengan, que no cobramos entrada. Hablaremos, entre otras muchas cosas, del cajón de Tereca.

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