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Unas voces de color granate

¿QUÉ FUE ANTES? ¿Xabi Fortes o Pontevedra? Pregunta cabrona a golpe de viernes. ¿Huevo o gallina? No se molesten en meditar la respuesta porque podría llevarles lo que queda de semana: es un jeroglífico irresoluble.

Verán, una buena historia no sucede hasta que alguien la cuenta. Hasta que alguien la graba, hasta que alguien la escribe, hasta que alguien la radia. Si no, no existe. Por eso Pontevedra no existiría sin los Fortes. Sería, qué se yo, como la Atlántida, como la chica de la curva. Un modelo de ciudad sin cronista oficial.

A Xosé, al padre, le ha dado por la Historia académica; a Xabi, hijo televisivo, profesional y canalla, por la Historia granate, que sí, que también lleva mayúsculas, porque la gloria se escribe con letras grandes para que el personal sepa a qué atenerse y no se despiste.

Xabi Fortes ha volcado en ‘Los últimos de Pasarón’ todos los recuerdos, colectivos y personales, que han hecho grande al Pontevedra Club de Fútbol. El Hai que Roelo, el gol del ajo, la portada del Pravda, el mito de Cholo, las cosas del Rulo, el rito de iniciación en A Pallota, la quiniela de Batalla, las telarañas en las cuentas, el «mi vida está en sus manos», el tortazo a Di Stéfano... El pack completo sin lagunas que reclamar al árbitro en el descuento.

Que Fortes escribiese un libro sobre el Pontevedra era una cita con el destino que no se podía evitar ni con un millón de días del club. ‘Los últimos de Pasarón’ se ha redactado entre reuniones del consejo de informativos de TVE y el trabajo del autor en la delegación de Galicia de la tele pública. Porque la gente imprescindible da la cara siempre: cuando le toca ser general y presenta ‘La Noche en 24 horas’, con una calidad e independenecia que nunca nos cansaremos de añorar, y cuando le toca ser soldado raso y apretar el culo a pie de obra.

‘Los últimos de Pasarón’, producto de ese sudor, es como una guía de viajes del granatismo, un compendio vital de todo lo que uno debe saber cuando se adentra en el templo de O Burgo. ¿Apresurada? Puede ser, porque la máquina de pulir se echa en falta en algunos tramos. ¿Imprescindible? Seguro: no se puede viajar por el extranjero ni por el propio pueblo sin saber de qué color es la hierba que se pisa. En este caso, la hierba es verde; menos en las áreas, que Edu suele patear con fuerza.

Para mí, que soy crítico literario a tiempo parcial, lo mejor que ha escrito Fortes son aquellas cartas que dirigió a Jabois durante unas esplendorosas semanas de 2012. En ese epistolario, publicado por este periódico, está la esencia de lo que se puede encontrar en ‘Los últimos de Pasarón’: la anécdota constante, la lectura ágil y el apunte gracioso para coronar una comida con vino y chupitos de varias cosechas.

A los que piensan que el granatismo de Fortes hay que digerirlo en pequeñas dosis, por empalagoso (gente insensata, sin ideales y sin ningún propósito decente en la vida), les diré que el libro se lee en lo que tarda un jugador del Mensajero en hacerse el muerto, que son 118 páginas y que vale nueve euros y pico, es decir, menos que dos JB con Coca Cola.

Resulta inevitable avanzar por las páginas y no sentir la voz de Fortes televisando el contenido. Como un Matías Prats versión río Lérez. De ahí que, con el devenir de los capítulos, nuestra oreja vaya tomando un color granate, y a todos nos entren ganas de invadir el campo y mantear el recuerdo de Martín Esperanza y Ceresuela.

Es inevitable. La Historia de un club se esculpe a base de leyendas y epitafios, de crónicas periodísticas y de libros de autor. ‘Los últimos de Pasarón’ se puede situar en cualquiera de los cuatro apartados, un tutti frutti delicioso. En su biblioteca particular de Pontevedra, querido lector, hay un hueco, que yo lo sé. No se haga el remolón y llénelo rápido: no le pasa a uno la Historia de la ciudad por el escaparate de las novedades todos los días.

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