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Chirbes y Karl Ove Knausgärd, a la que salta

LOS NUEVOS maestros de la crítica literaria son muchos y tienen que pelear sin descanso para ganarse un puesto en los medios. A nosotros, en 1963, no nos costó tanto. Éramos pocos titulados y había más diarios, semanarios, emisoras de radio… la puja no era tan feroz. A mí me llamó el director de Ya, Aquilino Morcillo, el día de San Juan de 1963. «El uno de julio está en plantilla», me dijo por teléfono. Y así fue; y, como era licenciado en Románicas, entendieron que la crítica literaria se me daría bien, y comenzaron a darme libros para hacer reseñas, y me iba al teatro a hacer la de los estrenos, porque Nicolás González Ruiz, ilustre escritor y traductor de Shakespeare, se mostraba reacio a ir a las once de la noche, -cero grados- a un estreno.

Una mala noche
Una noche de 1964: en el Reina Victoria, estrenaba Emilio Romero, director de Pueblo, una comedia dramática titulada ‘Las ratas suben a la ciudad’. Los intérpretes, muchos y buenos; la obra, dos horas soltando tópicos por las costuras. Volví al periódico, me senté y escribí la crítica: «Anoche, en el Reina Victoria, interpretada por fulanito, zutanita, menganito etc, se estrenó ‘Las ratas suben a la ciudad’ de Emilio Romero. ¿Por qué?» Y la firma. El redactor-jefe de noche, Fernández Pombo, vio aquello y se puso lívido. «Pero esto…» Me devolvió la cuartilla. Le entregué otra que llevaba en la mano derecha: decía lo mismo pero con unos datos más. Al día siguiente, el cabreo de Romero fue monumental; ordenó a mi director que me echara de la empresa. Por supuesto, Morcillo no le hizo caso pero me llamó y me sermoneó. Lo malo fue que, mientras lo hacía, un hilillo de risa se le escapaba por el intersticio de su diente de oro. Entendí y di las gracias.

En internet, a mí, que soy gallego, me hacen maño de Zaragoza

Hoy, becarios o no, se dicen cosas increíbles, barbaridades como que ‘Ninette y un señor de Murcia’, de 1964, «fue la obra teatral que consagró a Miguel Mihura». Mihura era famoso antes de la guerra civil y en 1932 ya había escrito ‘Tres sombreros de copa’. En internet, a mí, que soy gallego, me hacen maño de Zaragoza (1948), y me insultan, me llaman «autodidacta». Yo que creía que dos carreras, doctorado y cátedra servirían de algo… Si lo sé estudio más.

Tiro al pichón
Muere el pobre Rafael Chirbes y llueven los espontáneos que están a la que caiga, y hacen gala de su ignorancia y falta de lectura de lo obra narrativa del novelista valenciano. Algunos dicen los peores tópicos, más secos de sustancia que los que prodigaba Emilio Romero en su obra de 1964. «Chirbes era un escritor enterizo… adictivo»… «un fustigador de la sociedad corrompida», «el clamor sin tapujos de una sociedad podrida». Bien, pero ¿cuántos han leído ‘En la orilla’, su última y reciente novela, premio Nacional de Narrativa? ¿Cuántos han abandonado su lectura tras dar vueltas sin encontrarse en su texto?

Y no digamos el caso del novelista noruego Karl Ove Knausgärd, cuya novela/río ‘Mi lucha’, en seis volúmenes, está publicando Anagrama. Pues ya hay quien parece haber leído los seis, que conoce a Karl Ove porque coincidió con él en la feria del libro de Guadalajara o porque lo cazó en sus vacaciones en Sumatra, mientras el crítico, a su vez, cazaba abejas asiáticas peludas. Pero, lo entiendo ¿qué críticos tendríamos si no se saca a pasear de vez en cuando un genio -o «genia» guapa y televisiva- cuyo nombre aparece tras abrir un sobre lacrado? Hace décadas que buena parte de la crítica literaria española está entregada al «hoy para ti, mañana para mí». Algunos desde hace décadas. Aunque los editores ya prefieren pagar la bazofia académica: Quijotes saqueados y mejorados, sumergidos en una mala metáfora global, tacos incluidos, con lo cual la necedad parece artificio y esconde la declaración involuntaria de ignorancia. No sé con qué quedarme.

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