Opinión

Así ascendimos... hace 31 años

Contra el Hospitalet nos eliminamos nosotros solitos, con aquel autogol de Marsillas y una pena máxima errada por Sasaín . Al año siguiente fue una tanda de penaltis en Eibar la que nos birló el ascenso. Demasiados elementos en contra como para dejar cabos sueltos en la tercera intentona.

El sorteo de la promoción de 1984 deparó una visita al Mensajero de La Palma, un campo de suelo volcánico cuyas cenizas casi parecíamos sentir colándosenos entre los alveolos al narrar Radio Pontevedra el segundo gol en contra cuando apenas iban 20 minutos de juego.

El Masajista del Pontevedra era Castro Ruibal, 'El Rulo’', campeón de España de velocidad en sus años mozos. Ver sus carreras con el botiquín, el agua milagrosa y una toalla al hombro era un atractivo más para ir a Pasarón. Por entonces apenas existían controles antidoping, y menos en Tercera División, así que ‘El Rulo’, que era también medio druida, se encargó de preparar una especie de ‘Poción Mágica’ para que los chavales se entonasen antes de enfrentarse a aquel horno canario. Sin embargo empezó a darse cuenta ya en el calentamiento que algo no iba como debiera. Apenas podían esprintar, ni saltar, ni cambiar de ritmo. Se metió de nuevo en el vestuario con la mosca tras la oreja y al comprobar los frascos se llevó las manos a la cabeza.

-Hostiaaaasss!!!!

En vez de ‘muérdago’ había disuelto en el brebaje un relajante muscular. Aquello debió ser digno de grabar. Al enterarse del desaguisado, José Emilio, estudiante de medicina y el mejor extremo izquierda que ha dado el Pontevedra en décadas, ordenó a todos que hiciesen por vomitar y les fue metiendo los dedos en la campanilla a los que eran reacios. Entre el húmedo calor de las islas y el olor a vomitona, la estancia en el vestuario era una tortura, pero la salida aún fue peor. Lo dicho. A los 20 minutos ya perdíamos 2-0. Como pudieron aguantaron el resto del primer tiempo. En el descanso dos litros de agua cada uno y a mear. Un gol tras la reanudación dejaría algo más abierta la vuelta.

En el partido de casa se cambió la táctica. Un directivo se llevó a la Discoteca Daniel al entrenador rival y ya no le dejaron salir hasta el alba, que al tío no le faltó compañía, si era necesario por relevos. A las nueve de la mañana el presidente canario, extrañado por la ausencia de su técnico, se fue solo a comprobar el estado de césped. Era un día soleado con algo de viento del norte. Campo seco y duro. Perfecto para ellos. Nada más despedirlo cortesmente nuestro presidente y acompañarlo dos directivos de vuelta al hotel, se hizo entrar por uno de los fondos del estadio a dos camiones de bomberos.

- ¿Ya es suficiente, Don Miguel? preguntaban cansados.

-No, sigan un poco más, que esta zona aún no está blanda- respondía el mandatario granate.

Cuando hora y media antes del partido llegó el Mensajero a Pasarón su presidente no daba crédito

-¿Pero si por la mañana estaba seco?

-Esto es Galicia, y aquí hay tanta agua que hasta brota del subsuelo- se disculpó un directivo.

-¿Y no tendrán ustedes botas con tacos de aluminio?

-Uyyy. Lo siento, tenemos las justas. Pero si quieren de suelo de goma...

-¡Esas resbalan con tanta agua y tanta... rana!- dijo medio mosqueado.

El Pontevedra ganó aquel partido por 5-0. En la siguiente ronda conseguiríamos ascender tras meterle tres al Eibar en Pasarón. Eran vascos. Ese día no hizo falta que brotase el agua debajo de la tierra.

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