Blog | Que parezca un accidente

Por vocación

HAY VOCACIONES, como las artísticas, que nacen de un brochazo. Aparecen en tu vida de improviso un día cualquiera, llenando un espacio en el que hasta entonces no había nada, y de repente sabes que quiere ser escritor, o actor o compositor.

Otras, por el contrario, se van formando lentamente, recelosas de la epifanía. Te persiguen durante meses. Incluso años. Las ves en todas partes, siempre al acecho. Se construyen con ideas tenaces que regresan incansables una y otra vez, como el sonido del despertador que invade el sueño cada cinco minutos hasta que no tienes más remedio que rendirte a la evidencia y levantarte.

Sea de un modo u otro, la vocación es siempre un anhelo. Pi y Margall se equivocaba al identificarla con la aptitud ingénita que todos tenemos -si es que la tenemos- para una función determinada, porque aun siendo ése el mejor de los escenarios posibles, una cosa es la lógica y otra muy distinta es el deseo. La vocación nada tiene que ver con la inercia, la razón, la obligación o la necesidad, y mucho con la pasión y las entrañas. Aunque a veces, en muy contadas ocasiones, la vida se pone del revés y casi nada permanece en su sitio.

Todo era normal hasta que su hija Mara vino al mundo, porque el mundo entero cambió. Él y su mujer no sabían por qué, pero su niña no era como las demás

Me ha golpeado estos días la historia de Miguel Ángel Orquín. Su vida era como la de cualquier otro chico de treinta y pico. Trabajaba como operario textil, se había casado con la que era su novia desde los catorce años y estaba a punto de ser padre. Todo era normal hasta que su hija Mara vino al mundo, porque el mundo entero cambió. Él y su mujer no sabían por qué, pero su niña no era como las demás. Sufría alguna clase de trastorno del desarrollo que le provocaba complicaciones motrices y la aislaba de su entorno, anulando su interacción con los objetos y personas que la rodeaban. Los médicos consideraron la posibilidad de que se tratase de parálisis cerebral, pero las pruebas descartaban cualquier diagnóstico probable. Nadie sabía qué le ocurría a su hija y la desesperación de la pareja era total. No quiero ni imaginar lo solo que puede uno llegar a sentirse cuando no existe nadie que te pueda ayudar.

Miguel aterrizó directamente en la fase de depresión. Empezó a medicarse, a darle vueltas a la idea de acabar con todo. Las razones para no hacerlo se agotaban semana a semana, hasta que un día, escudriñando el último rincón de internet en la procura de alguna esperanza, descubrió un hilo en el que se hablaba de la duplicación del cromosoma 15 y de una serie de síntomas que se correspondían con los de Mara. Por fin sabía qué le sucedía a su hija.

Quería leer y aprender todo lo que pudiese sobre el idic 15 para poder ayudar a Mara ya que ningún especialista le ofrecía respuestas, pero por desgracia sus conocimientos no eran suficientes

Y comenzó a buscar más información. Quería leer y aprender todo lo que pudiese sobre el idic 15 para poder ayudar a Mara ya que ningún especialista le ofrecía respuestas, pero por desgracia sus conocimientos no eran suficientes. No era capaz de comprender el síndrome que afectaba a su hija. Tenía que hallar una solución, así que un buen día tomó una decisión y se matriculó en Medicina. Por fin iba a encontrar a alguien que pudiese explicarle cómo enfrentarse a la enfermedad de su niña y qué era lo mejor para ella: él mismo.

Miguel Ángel acaba de licenciarse. Durante sus últimos años de formación ha pronunciado conferencias en Filadelfia y Minneapolis, ha publicado un libro y ha creado la Fundación idic 15 para evitar que nadie más tenga que encontrarse en la situación de desamparo en la que se encontró su familia hace doce años.

Es cierto que la vocación nace de la pasión y no de la necesidad. Que las circunstancias que te llevan a necesitar convertirte en algo no tienen nada que ver con el deseo. Pero sinceramente pocas veces he visto un ejemplo tan claro de espíritu vocacional como el de Miguel Ángel Orquín. Si lo de este padre no es vocación, no sé qué otra cosa puede serlo. Le deseo toda la suerte del mundo. Estoy convencido de que será un gran médico.

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