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La selectividad del fútbol

CADA AÑO la misma historia, o parecida, y cada año (con suerte) los mismos nervios y la misma impaciencia. Y digo ‘con suerte’ porque, a estas alturas de temporada, lo único más duro que morderse las uñas es estar ya de vacaciones. Las eliminatorias de ascenso representan la esencia misma del fútbol, independientemente de la categoría en la que se disputen, y el actual formato de competición es, a mi modo de ver, el más justo o, al menos, el menos injusto.

Convendremos en que tanto el antiguo modelo de liguilla a cuatro como en el posterior de dos rondas de eliminatorias directas pecaban de un defecto terrible: apenas había diferencia entre acabar primero en liga regular o cuarto. Además de que el campeón no recibía ninguna compensación específica, se corría el riesgo de adulterar ligeramente las últimas jornadas de la liga regular. Si lo que se pretende es que cada equipo se entregue al máximo mientras tenga opciones, el primero de grupo debe estar incentivado por algún privilegio, aunque para muchos siga siendo escaso.

El play-off es al fútbol lo que la selectividad a la carrera académica. Los que terminan el último curso con un expediente brillante se quejan por tener que superar todavía un último escollo, pero lo cierto es que ni todos los institutos son igual de rigurosos en sus evaluaciones ni todos los grupos son igual de competitivos. Claro está que, en el intento por corregir posibles desigualdades, se acaban produciendo desequilibrios propiciados por el puro y duro azar. Digamos que se trata de la solución menos dañina.

Que muchos se jueguen mucho

El gran acierto de la Federación en los últimos años, bajo mi punto de vista, es conseguir que, durante el mayor tiempo posible, muchos equipos se jueguen muchas cosas. Así de sencillo y así de complejo a la vez. El mayor drama en cualquier competición es que todos los premios importantes estén decididos con demasiada antelación, que sería lo que ocurriría si solo los campeones de grupo ascendiesen de categoría.

Entre la Segunda B y la Liga Adelante existe un embudo proporcional al que regula el tránsito de Tercera a Segunda B. Es el límite -en dos escalones- entre el profesionalismo, en el que los desplazamientos ya no son la partida de gastos principal, y el `amateurismo´ absoluto, en el que cada céntimo de combustible y cada noche de hotel cuentan.

Todavía se plantea a menudo una última objeción: ¿por qué no bajan más equipos de la Liga Adelante? En ese sentido, no podría estar más de acuerdo, pero con una salvedad importante: esas plazas no deberían cubrirse. El compromiso de ‘adelgazar’ una liga regular que consta de ¡42 jornadas! (más el play-off) aparece en los diccionarios ilustrados junto a la entrada ‘procrastinar’: dejar para mañana lo que da pereza hoy.

Arrastres y compensaciones

Una cuestión completamente distinta es la relativa a los arrastres de Tercera División a Preferente. En primer lugar, se parte de un planteamiento engañoso: tres equipos de cada grupo descienden directamente. Esto, sin ser falso, tampoco es completamente cierto. Porque la realidad es que, entre ambos, deben dejar diez vacantes (cuatro para los que bajan de Tercera y seis para los que ascienden de Primera Autonómica); es decir, descienden una media de cinco equipos por grupo de Preferente.

¿Dónde está la trampa? El único caso en el que solo bajan tres de Norte o de Sur es cuando todos los equipos que pierden su plaza en Tercera caen al otro grupo. Por lo tanto, sería más exacto decir que de Preferente a Primera bajan entre tres equipos (en el mejor de los casos) y siete (en el peor), una auténtica barbaridad. Incluso esta temporada, en la que el reparto ha sido equitativo (Xuventude Sanxenxo y Cultural Areas a Sur, Bertamiráns y Laracha a Norte), cinco descensos siguen siendo demasiados en una liga de 20.

La primera solución que se me ocurre para mitigar la incertidumbre es plantear cada verano una reestructuración de los grupos Norte y Sur como la que se hace en los cuatro grupos de Segunda B. Conocidos todos los equipos participantes, se distribuyen siguiendo criterios de proximidad geográfica, con los clubs insulares de comodines, y se evita la cascada de arrastres tanto hacia arriba como hacia abajo.

Es cierto que todos hemos asumido tácitamente que los equipos coruñeses y lucenses pertenecen al Norte y los pontevedreses y ourensanos al Sur, pero no deja de ser una simple convención. No sería una solución descabellada, ya que, de hecho, es de sobra conocido el caso de A Estrada, localidad de la provincia de Pontevedra que cuenta con un equipo en cada grupo (Estudiantil en el Norte y Estradense en el Sur).

Una vez terminada la fase de ascenso tendremos tiempo de volver a sacar el asunto a debate. Mientras tanto, relájense y disfruten de estas semanas intensas (quién sabe si dos, cuatro o seis) de emociones a cara o cruz.

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