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Fred Astaire danzaba en la banda

TIENE UN FÍSICO que se ha quedado a caballo entre Alfredo di Stefano y Fred Astaire , como si en cualquier momento fuese a cantar el alirón con una melodía de los 50, y es la antítesis de tantas cosas que uno no sabe ni por dónde empezar la contraportada. Lo observé con deleite durante los partidos contra el Valladolid y el Barcelona B . Y me quedé con lo importante. El liderazgo desde la calma, la motivación de los jugadores mirándolos a los ojos con tranquilidad y sin levantar la voz más que lo necesario, la síntesis del epitafio que cualquier jefe debería colgar de la pantalla de su ordenador: quiero argumentos, no cojones.

Tenían que haberlo visto la tarde en que el ascenso se quedó en un gatillazo o, más bien, en un coitus interruptus que se culminó el domingo por la mañana en la cancha del Octavio . Imaginen el frenesí de Pablo Laso , siempre el más nervioso de su banquillo, y el tremendismo de Mourinho , capaz de provocar una guerra civil cada fin de semana. Y ahora coloquen a Quique Domínguez en las antípodas: posó sobre la mesa de anotadores la cartulina con la que pidió su primer tiempo muerto con la delicadeza de una invitación de boda y apuntó numeritos indescrifables en una libreta que para sí hubiesen querido Louis Van Gaal y José María Aznar .


Quizás en algún apartado secreto de esa libreta tenía subrayado el punto número uno de su filosofía, el que relató en una entrevista a Diario de Pontevedra en noviembre del año pasado, cuando el Teucro parecía ya un Sputnik : ''Hay aspectos que dependen directamente del entrenador, del liderazgo que tú puedas ejercer''. El sábado la imagen de Quique Domínguez en el banquillo rezumaba liderazgo por cada tendón. Para comprobarlo hay que fijarse en el líder, pero también en la tropa: cómo atiende, cómo escucha, cómo respeta. Recuerden aquello que le decían al presuntuoso quarterback Jamie Foxx en ‘Un domingo cualquiera’: ''Tú dirigías, pero ¿quién te seguía?''.

Quizás en algún apartado secreto de esa libreta tenía subrayado el punto número uno de su filosofía, el que relató en una entrevista a Diario (...) el año pasado, cuando el Teucro parecía ya un Sputnik : ''Hay aspectos que dependen directamente (...) del liderazgo que tú puedas ejercer''

A Quique Domínguez el sábado sus jugadores lo siguieron hasta la capitulación. Y vuelvo a la entrevista de noviembre: ''Si tú admites la derrota como parte del juego, no te tiene por qué afectar, ni romper ninguna dinámica, ni tampoco dejar de tener ese espíritu ganador que trato de transmitir al grupo''.

¿Una estatua? No se engañen. El sábado, camino del descanso, cuando la cosa estaba complicada, pidió el apoyo del público y dijo en silencio aquello que reclamaba Miguel Costas en los conciertos de Siniestro Total: ''Esas palmas, ¡coño!''. De lo que se trata es de buscar el recurso cuando es necesario para hacerlo valioso y no convertirlo en una rutina incapaz de alterar el ritmo.

Me gusta Quique Domínguez. ¿Se nota? Noviembre de nuevo: ''Nadie puede imaginarse lo que supuso para mí dejar el Teucro. Es difícil de entender lo que para mí era este club, lo que sentía por ser jugador suyo, por ser su capitán, lo que transmitía a los nuevos fichajes''. El sábado, después de perder con el Barcelona B, de echar agua fría sobre la euforia del ascenso y de recibir una ovación del público que ponía los pelos de punta, lo vi tomar la palabra en el corrillo que los jugadores y el cuerpo técnico formaron en el medio de la pista. La arenga después de la derrota. He leído decenas de libros sobre liderazgo y habría pagado por escuchar qué dijo en ese instante y cómo lo dijo.

De todos esos volúmenes que he mamado mi preferido es uno firmado por Juan Carlos Cubeiro . Lleva por título ‘La sensación de fluidez’ y aunque tiene más de una década se lo recomendaría a cualquier persona que fuese a convertirse en jefe de algo, incluso de su comunidad de vecinos. ‘La sensación de fluidez’ habla de motivación, de trabajo en equipo y de un aspecto fundamental: en un grupo, las personas no dan lo mejor de sí si están constantemente bajo presión porque el miedo paraliza y anula las capacidades. Dicho de otro modo: el mejor rendimiento se obtiene con la tranquilidad, sin estridencias. Fluyendo. Aquí tienen ustedes una clase teórica; para la parte práctica se me pasan por el pabellón municipal un sábado y toman apuntes mirando a la banda.

Porque si creen que todo eso significa manga ancha se equivocan. De mi cosecha, sin referencias, diré que la mejor cualidad que debe tener un jefe es saber combinar la mano derecha con la mano izquierda. ¿Les he hablado de la entrevista de noviembre? Volvamos: ''Me obsesiona que mi equipo compita bien, que transmita intensidad, lucha, tensión en cada acción y que eso, dentro de nuestras limitaciones, se traduzca en el mejor juego posible''. La obsesión se cuantifica en un ascenso imparable. Lo lideró Quique Domínguez, entrenador que regresó a casa cuando lo creíamos perdido para siempre. Sangre azul en la piel de un Fred Astaire que ha dado lecciones de baile sin ni siquiera saltar a la pista.

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