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El desmayo de la nación

Joan Baldoví, portavoz de Compromís, se subió al estrado, pronunció siete palabras y se desmayó, como España. Es lo más consecuente que ha hecho nadie en sede parlamentaria y es algo que deberían imitar los portavoces de todos los partidos. Subir al estrado y desmayarse, que para eso los votamos, para que nos representen. Nunca hemos estado mejor representados que en ese momento.

Vimos otros dos arrebatos de honestidad que salvaron el debate: el primero lo protagonizó Rajoy cuando, rabioso, chilló a Pedro Sánchez: “¡No vuelva usted aquí a hacer ni a decir nada!”. La pérdida de estribos suele acompañarse de economía de palabras. Con un poco de temple, Rajoy lo hubiera explicado mejor: “Usted, parlamentario y jefe de la oposición, no vuelva aquí al Parlamento a hacer su trabajo ni a decir nada que yo no quiera escuchar. Gilipollas”. Esa frase de Rajoy es la manera más precisa de describir la negación de la democracia.

Respondía así Rajoy al discurso de Pedro Sánchez, que venía de decirle que el estado de la nación está hecho una porquería. Pedro Sánchez, con el PSOE echándosele encima, siguió el consejo de Victoria Armesto: “El método más eficaz para frenar a un pelotón es echarse a correr delante”. Victoria Armesto fue una notable periodista y escritora que firmó, entre otras cosas, ‘Galicia feudal’, obra que debiera ser el Antiguo Testamento del nacionalismo gallego, al que sirve en bandeja todo un argumentario histórico que los nacionalistas rechazan porque Armesto cometió dos graves pecados: el primero, ser diputada de la Alianza Popular de Fraga y el segundo, ser también copropietaria de La Voz de Galicia. Un día los independentistas olvidaremos su nombre y será el momento de recuperar su descomunal obra.

Y ya que hablamos de periodismo y de bandejas, permítaseme que recomiende apasionadamente las bandejas que Diario de Pontevedra ofrece a sus lectores a partir de hoy. “Un juego de dos fuentes de horno que siempre vienen bien en cualquier cocina. Estas bandejas han sido fabricadas en vidrio de borosilicato de excelente transparencia, tienen gran durabilidad y resistencia calórica (soportan temperaturas entre los -20º y los 250º) y su capacidad es de 2,2 y 1,8 litros. A partir de ahora no hay excusa para preparar tus mejores platos. Resérvalas ya en tu kiosco y no dejes pasar esta oportunidad”.

El otro gran momento, y con esto volvemos al debate, nos lo ofreció Celia Villalobos, quien jugaba con su tableta para ganarse un miserable sueldo de 120.564 euros al año. Hablaba Rajoy desde la tribuna y Villalobos ejercía la presidencia. Ella es política veterana y sabe que nada de lo que se decía en ese debate tenía la menor importancia. Por eso lo más decoroso que se puede hacer cuando uno preside un parlamento durante un debate sobre el estado de la nación es coger la tableta y ponerse a jugar. Debería ser obligatorio, como desmayarse.

Nunca he entendido esas encuestas en las que se pregunta a la gente quién ha ganado el debate, como si ganar un debate convirtiera a alguien en mejor gobernante o en mejor aspirante a gobernar

Estos debates están sobrevalorados. Nunca he entendido esas encuestas en las que se pregunta a la gente quién ha ganado el debate, como si ganar un debate convirtiera a alguien en mejor gobernante o en mejor aspirante a gobernar. Ser mejor en un debate no significa ni más ni menos que eso y tiene la misma incidencia sobre las cualidades de un líder que ganar una partida de ajedrez o una carrera de sacos. Sería mucho mejor que hicieran otras cosas para convencer al pueblo de sus virtudes. Cantar, por ejemplo, saltar a la comba o hacer juegos malabares con cuatro naranjas. Porque vender humo, bien que se haga con mayor habilidad que el rival, debiera ser precisamente un demérito y nunca una cualidad por la que nadie se gane un voto.

Así, presentarse en un debate y ofrecer tres millones de puestos de trabajo es una estrategia que tiene a estas alturas la misma utilidad que prometer un millón o catorce. Lo de prometer cosas al tuntún lleva haciéndolo Rajoy desde que, como recordó el otro día, se metió en política con 26 años. Eso de anunciar cosas improbables sabe hacerlo cualquiera. Yo mismo he prometido más de una vez que Colón nació aquí, en Galiza, algo que es como mínimo indemostrable. Si se puede prometer el pasado con tamaña impunidad, no digo qué se puede hacer con el futuro. Y si prometer sale gratis, debatir sobre promesas todavía más. Haga usted la prueba. Persónese en una taberna y comprobará que siempre hay alguien discutiendo sobre el estado de la nación con mejores argumentos que todos los presentados el otro día en el Parlamento. Eso es lo fácil. Lo difícil es desmayarse, que para eso sí hay que valer.

Uno jamás se desmaya sin motivo, y menos cuando corre el riesgo de que quien se presente a socorrerle sea una ministra de Fomento. Cuando alguien se desmaya, lo último que espera es que aparezca Ana Pastor a prestarle los primeros auxilios. No puede haber nada más desconcertante que desmayarte, abrir luego los ojos, ver a Ana Pastor desabrochándote la camisa y preguntarte si estás muerto.

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